sábado, 31 de mayo de 2014

LA LLUVIA




Joaquín Canto


La lluvia golpeaba fuertemente los cristales cuando decidió encender la televisión, aquellas imágenes golpearon su cara, las máquinas excavadoras levantaban las ruinas de aquella ciudad maltratada por los bombardeos y entre los escombros aparecían los cuerpos de 3 niños, pensó que el mayor de esos tres cuerpos no podía tener más de 16 años.

Junto a los cuerpos de 2 de los niños se veían 2 kalashnikov, el tercer niño sostenía el arma entre sus manos, fuertemente, como el balón que tantas veces había visto sujetado por otros niños más afortunados.

Estuvo durante 3 horas viendo aquel programa, por el pasaron tertulianos hablando de intereses económicos, intereses políticos, intereses geográficos, hablaron de radicalidad, de falta de cultura…pero en esas tres horas no hubo ni un comentario sobre los niños, sobre sus familias, sobre lo que estarían pasando sus madres.

Se levantó del sofá en el que se había dejado caer y se asomó al amplio ventanal, desde ahí veía la amplia plaza vacía, prácticamente inundada, la lluvia cada vez era más intensa, el cielo parecía estar a punto de romperse. Se quedo ensimismado, con los ojos puestos en el centro de aquella enorme plaza, se imaginó a esos niños corriendo por ella, riendo, jugando.

El teléfono le hizo volver a la realidad, desde el otro lado de la línea uno de sus principales colaboradores le decía que tenían que reunirse de urgencia.

Al cabo de 2 horas estaban reunidos en aquella sala, su cara ya estaba desencajada y preguntó directamente -¿lo habéis visto?.

Claro que lo habían visto, por eso la reunión le dijeron, había que hacer un comunicado, posicionarse, los golpistas estaban a punto de tomar el poder, hablaron de intereses económicos, políticos, geográficos…y ni un comentario sobre los tres niños, -¿pero no habéis visto a esos niños? Por supuesto, le dijeron, pero eso ahora no era lo importante.

No era lo importante, no era lo importante, esas palabras se instalaron en su cabeza, no podía dejar de oírlas, sus colaboradores seguían hablando, cuando rompió su silencio, -Lo siento, no puedo, es superior a mí.

Aquellos hombres no lo entendían, habían visto imágenes más duras, más crueles, estaban ya acostumbrados, incluso él había estado en ciudades más masacradas, -¿Qué pasa?

-Dimito, lo dejo, no es posible que lo haya permitido.

El silencio se adueñó de aquella habitación, los truenos cada vez eran más fuertes y la lluvia golpeaba intensamente el cristal, -¿y qué vamos a decir?

-La verdad, dijo, y mientras se quitaba la sotana blanca, añadió, -Qué he perdido la fe.

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